Cuando el alma habla sin palabras: una lección de espiritualidad cotidiana

Hoy en mi consulta de LNT® en Las Palmas de Gran Canaria tuve una conversación preciosa con una paciente que, además, es una amiga. De esas que no solo vienen a recibir, sino que también te nutren con sus historias y experiencias. Me hablaba de su pareja, un hombre muy lógico, muy de tierra, nada amigo de términos como “energía”, “conexión” o “espiritualidad”. Ella, en cambio, es todo lo contrario: sensible, intuitiva, con esa necesidad tan bonita de conectar con la naturaleza para recargar el alma.

Hace poco salieron juntos a dar un paseo por la montaña. Era uno de esos días en que ella necesitaba desconectar del ruido y volver a su centro. Pero él, por alguna razón, no se sentía bien y terminaron regresando a casa antes de lo previsto. Lo curioso fue que, una vez allí, él la miró y le dijo algo que a ella la descolocó: “Vuelve tú. Ve sola. Sé que lo necesitas. Ese paseo es importante para ti.”

La empatía

Él, que no cree en energías ni en espiritualidad, fue capaz de reconocer lo que ella necesitaba sin ponerlo en palabras complicadas. No hizo falta que comprendiera su mundo interior, ni que compartiera su visión. Solo necesitó algo que, para mí, es la forma más pura y profunda de espiritualidad: la empatía.

Le respondí que, en realidad, muchas veces confundimos la espiritualidad con prácticas, rituales o creencias. Pero en su esencia más honesta, la espiritualidad no necesita incienso, ni cuarzos, ni posturas perfectas de meditación. A veces, la espiritualidad es simplemente esto: ver al otro, reconocer lo que necesita y respetarlo, aunque no lo entendamos del todo. Es ese acto silencioso de amor que dice “no lo comparto, pero lo valoro porque tú lo sientes”.

Y es que la expresión más fuerte —y muchas veces más olvidada— de la espiritualidad es la empatía profunda, esa que nos permite salir del “yo” para sostener el espacio del “tú”. Es el respeto hacia el proceso del otro, hacia sus búsquedas, sus maneras de encontrar paz o sentido.

En conclusion

No siempre hay que creer en lo mismo para caminar juntos. A veces, basta con creer en el otro. En su necesidad, en su camino, en su derecho a ser quien es. Y eso, sin duda, también es un acto sagrado.

Valeriano Peiti

Cómo la LNT cambió mi vida: de la ansiedad al equilibrio

Mi consulta está en el centro Silvia Rizzuto Academia Estética

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